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Las copias de la Santa Cena

La santa cena de Leonardo es un cuadro que para comprenderlo debemos situarnos en su marco histórico. ¿Por qué tuvo tanto impacto esta obra?

Hay datos que nos indican que Leonardo pintó otra última cena, nada menos, que para el rey de Francia. Pero para empezar debemos hablar de Filippo Brunelleschi, quien fue arquitecto, escultor y orfebre renacentista y conocido, sobre todo, por su trabajo en cúpula de la catedral de Florencia. Filippo es considerado como el descubridor de las leyes de la perspectiva lineal por sus trabajos matemáticos. Su objetivo era imitar un espacio tridimensional en una superficie plana, tal y como si fuera contemplado por el ojo humano. No podemos hacernos una idea del impacto que debió ser esto para la gente de su época, pues a diferencia de la actualidad, nuestro cerebro está acostumbrado a pantallas y fotografías que convierten cualquier superficie plana en una ventana y con profundidad, pero en esos años, no. Estas leyes revolucionaron el mundo de la pintura y Leonardo se interesó por esta técnica aún dándose cuenta de una cosa: que se tiende a reprimir las expresiones y convierte a las figuras en marionetas.

En ese punto empieza a trabajar en las expresiones dotándolas de mayor dramatismo (La Adoración de los Reyes) y sin haberla acabado es cuando le piden decorar el muro norte del refectorio de Santa María delle Grazie (Milán),  fresco que dejó a todos sorprendidos. Son trece figuras a tamaño real que representa un abanico de emociones (sorpresa, rechazo, ira, incredulidad…) plasmando que todas las personas no reaccionan de una misma manera ante una noticia. Lo mismo que hizo con la Adoración. Para dicho encargo, no usó las técnicas al temple que se usaban en los frescos, prefirió usar oleos para tener mayor gama de tonalidades. Pero el resultado fue desastroso pues se deterioró con más facilidad.

Giorgio Vasari (arquitecto, pintor y escritor italiano) nos cuenta que el Rey Luis XII estaba profundamente conmovido por esta obra y quería llevársela a su reino. Buscó todo tipo de marcos y soportes sin conseguirlo. Y encontró una alternativa. Pero para esto necesitaba la colaboración de Leonardo (o al menos es una teoría) pues no lo deja nada claro. En el archivo de Florencia existe un documento, una carta del rey Luis XII, por la cual requiere los servicios de Leonardo para posiblemente tener una copia de la Santa Cena. No es de extrañar, pues Leonardo tenía un estudio con muchos asistentes y reproducía copias de sus obras (como La virgen de las rocas, La virgen de la rueca o La Mona Lisa). Francia se encuentra muy dañada en aquella época cuando Luis llega al trono, y tal vez, por eso quería que los artistas se orientaran al renacimiento italiano. En el Castillo de Gallion propiedad de George d’Amboise, el cual era un gran enamorado del renacimiento italiano, trajo a Francia numerosos artistas italianos como Andrea Solari quien era discípulo de Leonardo y será una pieza clave en nuestra búsqueda de la copia. En los archivos del inventario del castillo se encuentra un importante documento en que aparecen todas las obras, y una de ellas, es una última cena que se trajo de Milán, y todo empieza a encajar.

Pero, de ser cierto: ¿dónde se encuentra esta obra?

Siguiendo estas pistas nos vamos a Amberes (Bélgica) a la abadía de Tongerlo. Allí, en una pequeña capilla constuida en los terrenos de este monasterio encontramos este maravilloso cuadro. En su archivo podemos ver el testimonio de un testigo contemporáneo que menciona: “La pintura fue realizada siguiendo un original que se encuentra en un muro y estando actualmente muy deteriorada. Cuando el rey de Francia vio la pintura se  decepcionó mucho por no poder llevársela dando la orden de que se hiciese una copia. La obra se encuentra en el muro del coro”

Diversos avances técnicos, así como varios restauradores indican que la obra fue realizada por un grupo de artistas, a excepción del Cristo y San Juan. Gracias a las radiografías realizadas se reveló que no hay bocetos, por lo cual, fueron dibujadas directamente en el lienzo. Indicando ello que una mano maestra debió realizarlos y dejando al descubierto detalles que ya no son visibles en la obra inicial como, por ejemplo, los tapices que hay a los lados, el rostro de San Juan (con una notable apariencia femenina) y el asombroso parecido de Judas Tadeo al propio Leonardo.

Pero aún falta un detalle que complica todo esto. Porque según parece, un discípulo de Leonardo Giampietrino hizo una segunda copia. En la Royal Burlington Academy House de Londres que, desde hace muchos años se dedica a formar artistas, en 1821 adquiere una copia por 600 guineas, siendo mucho dinero para un simple cuadro. Pero además, existe una nota del propio Leonardo donde nombra que Petrino trabajó junto a él en Milán.

La otra Mona Lisa o Mona Lisa de Isleworth.

 

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La Mona Lisa sonríe misteriosamente. No sólo desde las paredes de Louvre (Paris) sino también desde la ciudad de Zurich (Suiza). Según su primer custodio del siglo XX, el doctor Henry Pulitzer, esta última no es una reproducción, sino, otra versión del propio maestro Leonardo da Vinci.

A pesar de existir más de sesenta pretendidas Mona Lisas catalogadas en el mundo, el doctor Pulitzer, inventor, sabio y experto en arte, estaba convencido de la autenticidad de esta otra Mona Lisa o también llamada Mona Lisa de Isleworth. En su opinión, Leonardo da Vinci ejecutaba generalmente dos o más versiones de sus retratos. El modelo original fue Mona Lisa de Giocondo, quien era mujer de un noble florentino. Por aquellos entonces, según la tradición,  por la muerte de una hija de corta edad y se ponía un velo transparente en muestra de luto.
Leonardo invirtió cuatro años en hacer el retrato y finalmente lo entregó a la familia Giocondo. Entonces, poco antes de marchar a Francia, invitado por Francisco I, Giuliano de Médicis le pidió que hiciese un retrato de su amante, Constanza d’Avalos. Dada la coincidencia de que Constanza no sólo se parecía algo a Mona Lisa, sino que también era apodada “La Gioconda” que significa más o menos “La sonriente” el pintor adaptó una de sus versiones del retrato de Mona Lisa de Giocondo, borrando la cara y pintando la de Constanza.

Aunque justo cuando acabó de concluir su trabajo, Giuliano rompió con su amante para contraer un matrimonio muy ventajoso y no compró el cuadro.

Según el doctor Pulitzer, fue este segundo cuadro el que Leonardo se llevo consigo, junto con sus demás obras no vendidas a Paris. Pulitzer está convencido de que esta versión –la de Constanza— es la que engalana los muros de Louvre.

El otro retrato –el de la mujer de Giocondo que era diecinueve años más joven que “La Gioconda” – permaneció en poder de la familia florentina hasta que finalmente, fue a parar a Inglaterra donde lo adquirió a principios del siglo William Blazer, experto en arte y conservador del Museo de Arte de Holburne of Menstrie, en Bath y posteriormente un grupo suizo denominado  Mona Lisa Foundation que creó el doctor Pulitzer.

Pulitzer hizo examinar el cuadro por el procedimiento de la fotografía microscópica y afirma que las huellas dactilares del bastidor son idénticas a las de otras obras de Leonardo de autenticidad comprobada. Otra demostración de la autenticidad del cuadro es un apunte tomado por Rafael cuando Leonardo todavía estaba pintando el cuadro en su estudio. En el hay detalles, entre ellos dos columnas en segundo término, que aparecen en el cuadro de Londres, pero no en la versión del Louvre. Asimismo, la modelo más joven del retrato lleva un velo de luto, fino y transparente.